viernes, 26 de febrero de 2010

La última entrada sobre hockey

Cada vez que el tema se aproximaba aunque sea sólo un poco a mi cabeza, implicaba mal humor, stress, fastidio, ganas de detener el tiempo. Inconscientemente, deseaba ir al doctor y que me diga que tenía que seguir postergando los entrenamientos. Me imaginaba que me decían que no podía jugar nunca más al hockey. Tapaba esos pensamientos. Eran feos. ¿Para qué seguía con toda la mentira si en realidad no tenía ganas?

Pero en algún momento salen a la luz. De un instante a otro. No tengo razones claras, pero decidí definitivamente abandonar. Duré una semana y media. Me da vergüenza conmigo misma, y con los demás. Supongo que voy a dejarlo porque no soy alguien constante, porque prefiero mil veces mi vida social, porque no me siento suficientemente madura como para asumir un compromiso o porque simplemente prefiero estar tirada en casa boca arriba antes que tomándome un colectivo hasta el club.

No sé por qué cambio tanto, por qué de repente estoy tan convencida de hacer algo y por qué al instante quiero hacer lo opuesto. El punto es que en mis decisiones meto a otros, ilusiono, me responsabilizo, la gente cuenta conmigo. Mariano, por ejemplo.

La decisión la tomé estando con Marina, una de mis mejores amigas. Me di cuenta que era una mochila que yo llevaba encima, el decir "la semana que viene tengo que ir a entrenar". Ahí llamé a mamá. Estoy angustiada, le dije. Y le expliqué el porqué, y me expresé decidida a abandonar el hockey, aunque no lo estaba. Mamá me dijo que qué pena pero que bueno. Le dije que no pensaba hablar con Mariano y me dijo que no podía. Tiene razón, no puedo.

Él me dio lugar, él me habló, él siempre me preguntó cómo estaba yo. Siempre se preocupó, aunque muchas veces me gritó en entrenamientos, estoy segura de que es un buen tipo y tiene excelentes intenciones. Pero juro que no me da la cara para hablarle. Antes de empezar me bardeó un poco por mi actitud de hace dos años de ir a entrenar y durar un mes. Me hizo casi expresar que ésta vez iba a ser diferente. Y sin embargo, es todavía peor. Desaparecí por una semana (aunque justificada por mi dolor de pierna, pero sólo me atiné a mandarle un mensaje) y ahora quiero desaparecer definitivamente. Volver a mi vida simple, sin horarios, y ahora en dos semanas, con el colegio como única preocupación.

Voy a mandarle un mail. Sé que es muy cobarde, y es de esas cosas que debería saber hacer, pero no puedo. No voy a poder soportar las lágrimas, no por Mariano, si no porque sé que va a hacer preguntas en las que las respuestas van a estar relacionadas con cosas que me angustian mucho, como que no sé qué miérda hacer de mi vida, o que no tengo constancia ni para las cosas que me gustan.

Ahora voy a empezar a escribir el mail. Tal vez lo suba en una entrada, tal vez lo resuma. Tal vez no. No tengo ganas de seguir escribiendo sobre hockey. Fue una etapa del blog, justamente la primera. Pero una etapa cerrada.

Creo que hoy voy a ver un partidazo de mi hermana. Muchos piensan que le tengo bronca, pero la realidad es que estoy tan orgullosa que podría sorprender. Es increíble y, aunque no sería como ella, la admiro profundamente. Admiro la dedicación, la iniciativa, la perseverancia, la energía, la habilidad. Y hago hincapié sobre dedicación, iniciativa y perseverancia, porque a ella nadie le hizo nada fácil. Empezó de abajo, tuvo problemas, el ambiente deportivo en éste país no es fácil. Sí, Cande. Te admiro mucho.

"Le voy a mandar un mensaje a Mariano explicándole por qué dejo", le puse a papá. Él todavía no sabía que abandonaba. No lo tenía confirmado, porque nunca puso las fichas en mí. Me conocen demasiado. Espero algún día cambiar. Espero que algo me vuelva loca, me apasione. Será cuestión de esperar. Y papá no me contestó. Temo que se enoje, aunque no creo. Insisto, ya se lo esperaba.

sábado, 20 de febrero de 2010

¿Hacerme cargo o estar tranquila?

Estuve pensando mucho si venir y escribir o simplemente seguir mintiendo con que no pasa nada. Si lo escribo, empieza a pasar, empiezo a asumirlo. Dejo de sentirme plena y feliz y mi cabeza empieza a pensar.

Todo venía muy bien, supongo que porque no me puse a pensarlo expresamente o porque cada vez que eso estaba por pasar dispersaba mi mente. Estaba ayudando a papá en el trabajo cuando me dijo: "Vilmu, vos qué querés con el hockey?". No contesté. Terminar la empanada fue una buena excusa, me dio tiempo para pensar. Sin embargo no me sirvió. No tenía respuesta, ni tampoco la tengo. "No sé, no sé", dije con fastidio. "Ese es el problema. Te lo estás tomando muy seriamente y además estás involucrando a otras personas, y por como sos, seguramente pase un tiempo con sacrificio extremo y después te pudras". Me enojó. Me enojé. Conmigo. Lo pensé, era verdad. Estuve entrenando seis veces por semana, y no aspiro a todo. También papá me hizo pensar que estoy involucrando a los que están confiando en mí y no puedo desaparecer de un día para el otro. Seguramente me quede en la categoría segunda, aunque ahora estamos entrenando las dos primeras. Todavía no mejoro mucho, inclusive estuve faltando un par de días por dolor en la pierna y estos días fueron muy buenos. Tal vez necesité descansar, porque pasar de no hacer nada todo el verano a hacer algo todos los días, es bastante. Siempre me dio fiaca ir a entrenar, pero ahora más que siempre.

Papá me dijo otra cosa muy cierta. Que yo todavía tengo al hockey y al resto de mi vida como dos mundos distintos. No los puedo unificar, ir a entrenar para mí es salir a otro mundito un rato y después volver. Me propuso jugar "recreativo". Un nivel pésimo, un nivel en el que no aprendés. Un nivel en el que, conociéndome, iba a terminar sin ir porque no hay nadie que te exija ni un poquito.

Estoy bastante preocupada. Por ahora me duele la pierna y no puedo jugar con fluidez, el lunes voy a ir al médico a ver qué tengo y cuando puedo volver. No quiero fallarle a nadie, ni a Mariano, ni a mis viejos, ni a Candela, ni a Ludmila, ni a mi misma. Tal vez no es cuestión de fallarles si no que no me banco que otra vez, después de todo el entusiasmo que tuve en algún momento, tener que decirles: otra vez desisto.

No tengo ganas de desistir. Quiero seguir con ésto, quiero que cuando nos separemos esté en la segunda categoría y seguir entrenando. Tengo miedo a cuando me digan de jugar los partidos contra otros clubes; no estoy preparada en lo más mínimo. Tal vez esperen a que lo esté, no sé. Me adelanto a todo y no puedo dejar de pensar.

Éso es. Si pensara menos no estaría preocupada ahora. Pero hay algo que me pesa y no lo puedo evitar. No soporto seguir hablando del hockey. Sólo que ésto me tiene preocupada y tengo que bajarlo a palabras para pensarlo yo misma. Obviamente con papá me amigué, como siempre. En la charla hablé con papá y mamá, me dijeron que nunca les hago caso y siempre los ironizo, finalmente me dijeron que no haga lo de siempre (pensar que contestar para hacerlos pensar a ellos en vez de pensar lo que me están diciendo), así que me limité a quedarme callada. Tuve ganas de decirles muchas cosas pero las callé. Ahora está todo bien, trato de hacer las cosas (aunque sea un poco) mejor.

Ayer salí con mis amigos, lo vi a Camilo, no le di bola. No me buscó porque ya le corté el rostro por msn las últimas veces que hablamos. Además les dije a todos sus amigos que me venían a hablar del tema y les dejé en claro que ni a palos. Estaba una chica, rubia de ojos claros, modelo, con la que él está siempre y no estuvo. Dice que no quiere estar más. Estoy segura que en un tiempo voy a volver a estar con él, ya me van a dar ganas, voy a "extrañarlo". Aunque me hace sentir un poco mala todo eso.
Bueno, chau. No quiero pensar más. Estoy malhumorada, no puedo evitarlo. Quisiera poder desenchufar el cerebro por un rato.

viernes, 12 de febrero de 2010

De tal palo, ¿tal astilla?

El título nos puede llevar a pensar distintas cosas. Siempre lo que esa frase me recordó fue el no-hockey de mi vida, y todo lo que ese deporte significa y significó para el resto de mi familia. Sin embargo desde el lunes estuve yendo a entrenar todos los días, mejorando de a poquito, sintiéndome cada entrenamiento un poco más cómoda en cuanto a las chicas y en cuanto al deporte. Es que sí, creo que estoy mejorando. O no sé si llamar "mejorar", si no ponerme al día, porque no me metía en una cancha desde H, en el 2008. Y aunque me sentí muy a desnivel e insisto en que son todas mejores que yo, tranquilamente podemos atribuirle eso mi falta de entrenamiento. Creo que eso cree Mariano y por eso insiste en mí. Porque hoy vi jugar a las de la peor categoría y la verdad que hay un par que juegan exactamente igual que yo. Sin embargo una de las chicas hoy me dijo: "entrenaste re bien, Vil!". Tal vez por pena, tal vez por simpatía, tal vez por deber, o tal vez porque realmente lo creyó. No les llegué ni a los tobillos ninguno de los días que entrenamos, pero no me equivoqué tanto, no fui el centro de los gritos de Mariano.

Por otro lado, mis problemas con mis viejos. Supongo que los deriva directamente a pensar que tengo altos problemas, que voy al psiquiatra, psicólogo, terapeuta (aunque signifique lo mismo), que me pegan, que me corto las venas, y demases trágicos. Pisé el psicólogo un par de días en el 2008, una vez fui con mamá y papá y significó lluvia de lágrimas de parte mía (no hablé, me la pasé escuchando), mamá que se contenía el llanto, y papá que también lo hacía, aunque disimulando todavía mejor. Me di cuenta que mi relación con mis viejos no era tan perfecta como yo pensaba, que a ellos realmente les angustiaba que yo no les haga caso o no les diera bola, que a papá le dolía no poder llevar una relación conmigo calma, sin peleas, sin gritos. Es que, aunque no sé cómo es la expresión, quiero explicarlo: es como si yo fuera alcohol derramado al lado de papá que es fuego. Entonces explota(mos). Él más que nada. Yo, sin querer, soy muy provocativa. Por ejemplo: ayer a la noche no paré de ser irónica "con respeto" pero molestándolos a ellos. Mucho. Le decía a Ludmila "ellos son así, no se encargan de nada, postergan todo. Por ahí para el 2011 ya tenemos perro..". Sí, además soy un poco graciosa, pero realmente me estresa que cualquier decisión a tomar para ellos sea como decidir su propio suicidio. "Lo vemos", "lo hablamos", "puede ser", son expresiones que no tolero porque en mi familia significan: vas a tener que insistir por el próximo mes, nos vamos a terminar fastidiando por tu pesadez y por esa razón la respuesta va a ser negativa o va a significar que se postergue más. La conversación fue en la cena y había comenzado con yo pidiéndoles de salir este viernes al mismo lugar que el anterior y el otro. Mamá expresó su negativa porque ya fui dos fines de semana seguidos a un lugar que no es para mi edad, pero finalmente dijeron un típico "vemos". Esto se sumó a que desde que volvimos de Pinamar están diciendo que vamos a comprar un perro (habiéndose muerto Brenda unos días antes de irnos) y no paran de buscar motivos para postergarlo. Y a otras cosas que viven atrasando, que no recuerdo en este momento. Entonces no paré de ironizar, de molestar, de burlarme, de boludear. Sí, notarán que soy conciente de cómo fui y también que, de alguna manera, soy conciente que era inncesesario. Pero tenía mucha bronca y se sumó a que estaba muy peleada con papá desde el lunes y estuve esquivándolo toda la semana. Nos peleamos porque yo estaba en mi cama con la computadora sin parar de teclear, creo que estaba bloggeando o algo así, y se asomó por la puerta. La cama de abajo de la mía estaba abierta y deshecha, no había venido la chica que limpia y yo ni me atiné a guardarla. Eso me recriminó, a lo que creo que no le contesté. Volvió a decirlo, fastidioso por la ausencia de respuesta, y le dije: bueno. Seguí tecleando como loca y el no se movió de la puerta. Dijo algo al respecto de que lo haga y de que lo estaba ignorando, le contesté que ahora lo iba a hacer. Todo esto sin dejar de teclear. Empezó a gritar como un loco, me desenchufó la computadora, siguió gritando. Me dio miedo. No le contesté, lo miré fijo. Muchas veces me trata así de mal y después me pide perdón. Y como lo quiero tanto y sé lo difícil que es para él pedir disculpas, siempre lo perdono. Cuando se fue de mi habitación lo maldije y remaldije un millón de veces. Lo odié con toda mi alma. Me juré y recontrajuré que no iba a pasarme como siempre, que al dormir, al día siguiente, iba a estar yo con una sonrisa ante su "Hola, Vil". Me da por las pelotas (y perdón por la expresión) que se olvide de todo. A mí realmente me hace mal que me trate así de mal, así que decidí demostrárselo ignorándolo. La idea no era no contestarle si me preguntaba algo. No soy tan pendeja. Si no ser seca. Por más que me costara, por más que a la otra mañana ya me dieron ganas de abrazarlo y sonreirle como siempre. Logré esquivarlo toda la semana, además porque con la cuestión de los entrenamientos estuve muy poco en casa (aunque él no está en todo el día) y, a la noche, cuando nos cruzábamos, dos noches fui a comer con amigos y las otras estaba tan cansada que no le hablé a Ludmi tampoco.

La cuestión que anoche, después de yo haberlos molestado tanto, papá le dijo a mamá: que no vaya mañana. Dicho y hecho, mamá me dijo: no vas mañana. Me da bronca y pena que mamá ni siquiera sea un filtro, que repita tal cual lo que papá dice. Los miré. Me enojé. Me fui.

A partir de ahí hice muchas pelotudeces. Le mandé a papá un mensaje de facebook diciéndole "no te soporto más". Realmente soy boluda, aunque yo tenga razón (que ni siquiera estoy segura de tenerla, lo que tengo es bronca) me conviene estar bien con mis viejos porque, quiera o no, ellos deciden. Después le mandé un mail pasivo a mamá planteándole por qué es importante salir hoy para mí (estos días que tanto entrené estaba tan cansada que ni ganas de ver a mis amigos tuve, y la verdad que mi incentivo toda la semana fue salir hoy a la noche, aunque parezca tonto y casi hueco), aclarando entre paréntesis que no quería hablar con papá, que hable ella con él. Más tarde me arrepentí del "no te soporto más", pero lamentablemente no pude hacer nada, porque era mensaje de facebook, y ya lo había enviado. Entonces le firmé el muro poniéndole parte de una canción que me encanta y después una contradicción inmensa con todo lo anterior: "aprendí a no callar, defendí mis ideales. después quiero hablar con vos". Me dormí, y hoy entrené temprano. Mientras volvía lo llamé. Me dijo "¿ahora sí querés hablar conmigo?", "¿y vos?" le dije. Hablamos un rato, me dijo que cree que sólo lo llamo porque quiero salir hoy. Le contesté "te llamo para hablar de lo del lunes, de lo de ayer, y sí, también porque quiero salir hoy". No le mentí. Todas las cosas me importan. Me dio a entender que nuestra relación está para la mierda, que yo siempre los boludeo, que hablo con superioridad, que me creo capa y que soy una reverenda pelotuda. Le contesté, le dije que porque estaba de mal humor, que pido disculpas por eso. Me dijo que pedir disculpas no era un trámite, y es verdad. Lo hice como trámite. Aunque realmente considero que fue al pedo hablarles así. Me dio a entender que lo hago todo el tiempo, que ese día por lo de la cama hice lo mismo, y se lo negué, y terminé diciéndole que nada justificaba la actitud que el tuvo conmigo. Me dijo "te dije muchas veces que vos sacás lo peor de mí". Es verdad, siempre me lo dijo. Sin embargo no lo justifico. ¿Yo estuve mal? Él estuvo peor. Su actitud fue horrible y, no nos olvidemos, tiene como treinta años más que yo.

El punto es que ahí está, en el comedor diario. Quedamos en hablar face-to-face, lo que ya sé lo que implica. Podría esperar a charlar y después venir y escribir todo junto, pero conozco lo que va a pasar, puedo adelantarlo. Va a hacerme poner mal, voy a llorar, no voy a poder discutir. Él se fastidia al discutir conmigo cuando lloro, considera que me victimizo, o no sé. Entonces va a ser todo para peor. Vamos a seguir todavía más peleados si sigo con mi idea fija, pretendiendo que él me pida disculpas por su mala actitud. Así que si quiero paz en casa y salir hoy a la noche (que lo veo complicado a pesar de que yo sea más buena que Lassie) voy a tener que ser sumiza, decir perdón, darle la razón y aceptar todo mis cargos.

Así que tengo dos opciones. "Aprendí a no callar, defendí mis ideales", o ser una pelotuda. Puedo hacer una mezcla de las dos, igual. Defender mis ideales pero no dejar de pedir perdón por mis errores. No sé. Me gusta improvisar.

martes, 9 de febrero de 2010

Peldaño por peldaño (II)

Después de un positivo primer entrenamiento, hoy volví a ir, ya con la sensación de haber dado el paso más importante. No estaba tan nerviosa, como bien dije, era pura ansiedad. Llegué y estaba terminando de entrenar Ludmi. Me hizo sentir cómoda y "en casa" verla en la misma cancha en la que iba a entrenar yo un rato después. Algunas de mis compañeras estaba a un costado de la cancha con los palos y pasándose una pelota entre ellas. Una de ellas me hizo un gesto con las manos para que vaya con ellas. Le sonreí, pero no quería ir. Iba a usar mi palo después de dos años. Analicé, en pocos segundos, que yo era totalmente principiante y no tenía por qué estar en ese nivel. Ya era demasiado tarde para retractarme y, además, no tenía ganas de hacerlo. No esta vez.

Me senté, tomé agua, miré el celular. Tenía que ir. Me acerqué, las saludé a las tres con una sonrisa. La que me llamó fue Carla. Es la "estrella" de la categoría más alta. Estuvimos pasándonos la pelota un rato. No se notó diferencia de nivel en ese momento. Pero estábamos haciendo boludeces. No iba a notarse.

Cuando llegó Mariano nos dijo que entremos en calor. Eso implicó media hora en la que una de las chicas iba marcando las cosas que había que hacer, criticando por lo bajo a Mariano, aburriéndonos, queriendo jugar al hockey. Todas queríamos, ellas como un entrenamiento más, querían hacer lo que les gustaba. Yo, sin embargo, quería sacarme la duda, quería que pase ese entrenamiento y saber si era ahí donde iba a quedarme.
Hizo un ejercicio de estaciones en el que dos de ellas eran fáciles y las otras dos eran muy parecidas y extremadamente cansadoras. Mariano dijo que nos separemos en grupos de seis, y de repente una ola de cinco chicas vinieron a mí corriendo. No sé si por pena, por obligación, o por real simpatía hacia quien es nuevo, pero la verdad me cayó muy bien esa actitud. Empezamos en una de las estaciones fáciles, seguimos en la otra fácil, y después vinieron las otras dos, que sí consistían en agarrar el palo y pegarle a la pelota. Las otras dos eran de saltar y hacer algunas pelotudeces.

Sacando que Mariano me corrigió a mí sola que agarre el palo de más abajo un par de veces y que dijo "preguntenme a mí si tienen alguna duda de un ejercicio, si no explico todo al pedo" cuando le pregunté a una de mis compañeras algo sobre una de las estaciones, no me sentí incómoda de ninguna manera. Sólo me cansé muchísimo, a tal punto que, en un momento, creí que iba a desmayarme. Me acordé de mamá ese mediodía diciéndome que esos cinco tirabuzones que comí no alcanzaban. Sentía la panza vacía. Hacía mucho calor y estar corriendo era lo peor que podía hacer. Pero tenía que seguir. Y seguí. Hasta que dijo "a tomar agua" y fui feliz.

Todo iba bastante bien. Volvimos a la cancha y dijo Mariano que nos pongamos de a dos. Ayer a la noche yo hablé con Anita, una de las chicas con las que había tenido buena onda ayer, por messenger y ella me dijo que no me haga problema con nada, que si era de a dos, estaba con ella. Cuando Mariano dijo de estar de a dos, Sandy, una de la mejor categoría, me miró y me hizo señas para estar con ella. Me acordé de Anita, pero no pude decirle que no. Al toque Anita me miró y se estaba acercando, pero le hice señas raras. Después de un momento un poco incómodo me quedé con Sandy y pobre Anita tuvo que hacer el ejercicio de a tres.

Simplemente había que pasar la pelota de un lado de la cancha al otro a la compañera y la otra la devolvía. Mariano dijo que practiquemos como si fuera el saque, ese que se hace al principio del partido o cuando el otro equipo hace un gol. Explicó la técnica, algo que yo nunca había aprendido. Yo siempre fui muy hábil para agarrar el palo y moverme sin ninguna técnica ni forma particular de hacerlo, y esa forma que él daba, no me resultaba para nada cómoda. La pelota me salía para el otro lado, o se quedaba a mitad de camino, o la fuerza era excesiva al punto que pobre Sandy tenía que correr bastante para ir a buscarla.

Mariano ni me vio, "por suerte", pensé en ese momento. Un rato después, propuso que juguemos un partido. Yo, nerviosa. Ahí iba a verse si debía estar ahí o no, ahí iba a saltar si yo jugaba parecido a ellas o era un desastre. Miré a quienes estaban observando y entre ellos estaba Ludmila con un cono de papas fritas. Además de sentir hambre, me sentí contenta, me sentí acompañada.

Me tocó ser a mí quien sacaba. No sé quién habrá tomado esa decisión, pero ahí estaba yo. Con miradas expectantes, tanto de los observadores (pocos), como Mariano, como de mi hermana y como de las jugadoras que esperaban con ansias para ponerse a jugar.

Pensé en la técnica, pensé en muchas cosas, y saqué. La pelota afuera. Mariano me la pasó y saqué otra vez. Supongo que, los que saben un poco como es el hockey, entenderán que es difícil sacar mal, que no es como el volley que existen muchas posibilidades de que el saque quede en la red o se salga de la cancha. Sin embargo yo tiraba verdaderamente para cualquier lado. Mariano me miró con fastidio y me pasó otra pelota. Quise pegarle respetando la técnica y la pelota ni se movió. Sin embargo, ninguna de las chicas se rió.

"¿Para qué les explico la técnica del saque si después cuando hay que implementarlo hacen lo que quieren?" dijo. No fue dirigido a mí directamente, pero yo era la única sacando, yo era la única que estaba haciendo eso mal. "Dale, Vil" me dijo. Me pasó otra pelota.

Y de vuelta la tiré para cualquier lado. "¿Qué pasa, eh?" dijo. Nadie contestó, las chicas se miraban. Creo que me miraban esperando a que diga algo, pero no sé qué tenía que decir. Sabía que era yo la que se equivocaba, todas lo sabíamos. Mariano pretendía que le diga "no sé sacar", supongo. Pero no dije nada, me daba verguenza cualquier cosa en ese momento. "¿Qué pasa?" repitió. Nadie contestó.

Saqué otra vez e hice cualquier cosa. Era increíble, nunca había tenido problema con eso. Nunca. Finalmente Mariano me cambió de posición con otra chica y ahí "jugué". Bastante mal, además. Bloqueada mentalmente.
Nadie entiende por qué pero tuve que volver a sacar. Uno afuera. Le dije a otra chica que lo haga por mí y me acerqué a Mariano. "No me sale el saque", le dije. "Andá y seguí hasta que te salga", me contestó. Lo odié. "Dale" decían las chicas con buena onda. Y ya varias veces había escuchado de varias "no pasa nada", aunque no supe de quien, enceguecida por todo lo que estaba pasando.

Le pegué a la pelota. No bien, pero se la pasé a una de las chicas. Todas me dijeron "bien, Vil", o ese tipo de cosas. En ese momento ni lo valoré, pero ahora me gustaría darles un abrazo y decirles "gracias".

A partir de ahí, no jugué bien. Jugué. Tuve bastantes errores y no me destaqué en absolutamente nada. Mariano tiró algún otro comentario dirigido a mí haciendo referencia sobre algo que había hecho mal yo. Desde lo de los saques tenía un nudo en la garganta y muchas ganas de llorar. No se me notaba, por suerte. Puedo fingir bastante bien ese tipo de cosas, sobretodo con chicas que no me conocen.

De a ratos la miraba a Lud. Me imaginaba que tal vez se estaba avergonzando de mí o queriendo darme un abrazo. Después supe qué pasaba por su mente.

Cuando terminamos, Mariano dio la orden de ir a pesas. Me alegré. Había sido mi último entrenamiento con esa categoría que no era la mía. Ya tenía decidido ir a hablar con Mariano y decirle que quería ir a la más baja, que era una decisión, que ese nivel no era para mí.

En pesas hablé sobre eso con bastantes chicas. Todas me respondían con buena onda y, noté yo, bondad. Todas tenían buenas intenciones conmigo, me decían cosas como "quedate tranquila, yo cuando entré era un desastre". Querían levantarme el ánimo, diciéndome "Mariano es un boludo, siempre trata así... pero es buen tipo". Nada me servía, tenía decidido bajar de nivel. No hice pesas con mucha seriedad, no estaba concentrada en eso. Me guió todo mi trabajo Carla. Charlé bastante, nos reímos, me sentí cómoda. En el medio mientras descansaba de levantar pesas de un kilo (no miento), apareció Ludmila. "Entrenaste re mal, y vos que decías que jugabas mejor que yo", me dijo. La odié, justo eso era lo que no quería ni necesitaba escuchar.

Carla me acompañó a la cancha. Ahí me iba a estar esperando Ludmila y también estaba Mariano. Elongamos, parte que no recordaba que había que hacer siempre, y Mariano nos reunió. "Mañana a las diez y media acá". No me fastidié porque era temprano porque tenía decidido no ir. Además ya me había enterado que la peor categoría entrena a las nueve de la mañana y pensaba ir igual.

Se alejó y siguió entrenando a otro grupo de chicas. Me acerqué y lo llamé. Se dio vuelta. "¿Y yo qué hago?", le dije. "Diez y media acá", me contestó. Lo miré con desconformidad. "¿Qué? ¿Te sentiste incómoda, la pasaste mal?" me preguntó, con una intención que no llegué a percibir. No sabía qué quería que le conteste, pero yo fui sincera. "Sí" le dije. "Pero si estuviste bárbara, Vil! Cambiá la cara y te veo acá mañana a las diez y media. Rajá" y sonrió.

Es un hombre raro, juraría que en el entrenamiento me miraba con odio ante todos mis errores. Y tanto Ludmila como yo coincidimos que jugué muy mal. No me enojé con mi hermanita porque fue sincera y eso se lo agradezco. Además después me dijo "cuando te veía ahí que no te salía me daba cosita, tenía ganas de sacar por vos". La quise abrazar, pero no lo hice. La quiero. Mucho.
Y sí. Mañana voy a ir. Espero pasarla un poquito mejor que hoy.

lunes, 8 de febrero de 2010

Peldaño por peldaño (I)

Ceci se quedó a dormir a casa. Nos quedamos hablando hasta las seis de la mañana sobre diversos temas. Estamos bastante mal en sentidos parecidos, y me di cuenta sólo cuando ella lo habló conmigo. Siempre suele pasarme eso, no noto las cosas hasta que otros me las dice. En realidad, prefería no notarlo. Pero me hizo bien poner un poco los pies sobre la tierra, me hace bien hablar con ella, es con la única persona que podemos hablar hasta las seis y media de la mañana a pesar de tener mucho sueño y de saber que al otro día no podemos dormir hasta las siete de la tarde.

Después de dar un par de vueltas y de concluir que papá iba a fastidiarse si nos veía despiertas cuando él se iba a trabajar, nos fuimos a dormir. Estoy segura de que ella también se quedó dormida al minuto. Puse la alarma antes de dormir. Faltaban pocas horas.

Me desperté, la alarma no había sonado. Miré la hora: 14:02. Había puesto para que suene a las dos, por eso me sorprendí. Me fijé y parece que por el sueño me había equivocado. La alarma estaba puesta a las 15:00. Le agradecí a mi reloj biológico o lo que sea, porque si no iba a estar en un problema.

Ceci seguía totalmente dormida, así que me levanté y fui a saludar a mamá. "Estoy nerviosa", le dije. "Ay, Vilmita", me dijo, así como ella suele decir. Cociné fideos y la llamé a Ceci a comer. Comí tres tirabuzones y me fui a cambiar. Hacía mucho que no me veía tan deportista. Las canilleras no tenían polvo sólo porque Ludmi las usaba a veces. El protector bucal estaba segura que no iba a entrarme. Lo llevé igual, sin probármelo. No quería que aparezca ningún posible obstáculo porque todo iba a ser una buena excusa para desistir.
Eran las tres. Tendría que salir en diez minutos porque para ir a V me tengo que tomar un colectivo en el que tardo casi media hora. Igual depende del tráfico, de cuánto tarde el colectivo, y de mil factores que le pueden preguntar al ministro de transporte. No sé si existe. No importa. Ja.

Llegué. No estaba tan nerviosa, estaba ansiosa. Y cuando pensaba en lo que podría pasar, me daban ganas de darme vuelta. ¿Quería vivir todo eso? ¿Quería fumarme ese momento? Y saltaban otras voces internas que me decían que sí, que no puedo frenarme sin haberlo intentado, que ya estoy hablando de "ese momento" como algo malo y tal vez la pase muy bien. "O tal vez no" me decía, también. De todas maneras, ya no me iba a dar la vuelta. No era una posibilidad. Nunca había sido, esta vez no, esta vez quería hacerlo.
Entré al gimnasio. Habían unas banderas en el piso. Imposible entrenar así, pensé. Al fondo, sentadas unas chicas. Ningún entrenador. Mis futuras compañeras. ¿Qué tenía que hacer? Me acerqué y me quedé parada a unos veinte metros. Saqué el celular, lo guardé. No sabía qué hacer.

Me hicieron señas para que me acerque. Me acerqué, las saludé. Hicieron un par de chistes, me sonreí falsamente. Seguí sonriendo porque siguieron haciendo chistes. Eran un poco graciosas, sí. Llegó Mariano. Saludó a todas con un "Hola" general, nos explicó que llegó tarde porque se estaba peleando con sus superiores por lo de las banderas. "Así que hoy sólo vamos a ir a la pista y pesas". No entendí bien qué significaba, tampoco me importó.

Empezamos a caminar para el polideportivo, ahí nos iban a dividir, alguna para "la pista" y otras para hacer pesas. Charlé con algunas, pero ahí no me sentí cómoda. Todas me preguntaban cosas "de qué club venís", a lo que tenía que responder "de ninguno", o "¿y vos qué sos?", haciéndo referencia a qué posición ocupo en la cancha, a lo que tenía que contestar "nada", porque nunca me especialicé en nada, porque nunca me federé, porque jugué al hockey en dos clubes distintos durante un mes en cada uno. Me miraban sorprendidas, yo supongo que habrán pensado "¿qué hace esta principante acá?". Pero, por suerte, en el momento no me preocupó ni me fastidió. No me percaté de que no me sentía cómoda.

Llegamos al polideportivo y Mariano nos dividió. Yo estaba en el grupo de chicas que teníamos que ir a la pista. Tuve que correr doce minutos y casi me muero. Cuando terminé, una chica me contó las pulsaciones (210, un desastre) y me dijo que había dado cuatro vueltas y 150 metros. No sabía si eso era bueno o malo, pero era. Me senté y conté sus vueltas, y cuando terminó, sus pulsaciones. Ana se llama. Mientras esperaba sentada contando las vueltas de Ana, charlaba con otra de las chicas que no sé su nombre que había corrido conmigo. Cuando todas terminamos (otra de las chicas corrió 25 minutos, no sé qué tiene en la cabeza, ni en las piernas, ni en el corazón) fuimos e hicimos pesas. Una de las chicas, que tampoco sé el nombre, que me venía hablando bastante, me dijo: "¿hacemos juntas?". Le contesté que sí, con una sonrisa. No sabía que se hacía de a dos, no entendía, pero me gustó y me sentí bien de que me hubiera dicho eso. Mariano repartió papeles en donde decía lo que tenía que hacer cada una, y obvio, ni yo, ni dos otras chicas que eran nuevas teníamos. Romi hacé con fulana, Sharon hacé con mengana, Vilma hacé con... "conmigo" dijo Ana. La que me había dicho de hacer con ella puso cierta cara de resignación y le sonreí a Ana. Hicimos pesas juntas, es una chica medio rara, de repente la mirás y te tira una sonrisa en la que te muestra hasta la última muela, y a veces digo algo divertido u ocurrente y me mira más seria que director de colegio. Igual me cae bien y por ahora tuvo todos gestos lindos conmigo.

Cuando salimos de ahí fuimos a elongar, no había nada más para hacer. La que dirigía la elongación fue una de las chicas de la mejor categoría (entrenamos juntas las de la mejor categoría y la del medio, mientras que yo en la que quería estar y tuve discusión con Mariano era en la peor), que iba diciendo "cambio", o "ahora con el otro pie". Siempre que la miraba me sonreía, ella también me cayó bien. Cuando terminamos de elongar me quedé hablando con Anita, la que corrió conmigo que anotaba las vueltas de otra de las chicas (no sé el nombre), y una de la que no di referencia. Ellas son todas de la categoría del medio, y la verdad son muy buena onda. Pretendo estar en esa si es que me siento cómoda en cuanto al nivel, si no, voy a hablar con Mariano y decirle de bajar. El punto es que las chicas hablaron de lo mucho competitiva que era la mejor categoría, contaron que fueron a un viaje y una de las de la categoría más alta se enfermó y las compañeras se alegraban porque podían ocupar su lugar en la cancha, o diversas cosas. Yo escuchaba rumores de que V en general era competitivo, pero al parecer es más que nada en el nivel más alto.

Salí del club con dos chicas, las acompañé a comprarse algo al kiosco del club, charlamos un poquito. Apenas salí del club llamé a mamá y le conté todo. Y después a papá.

La fase sociedad creo que la superé, me sentí cómoda, y encontré mi "grupito". Está bien que recién fui una
vez, pero ya siento que sé cómo viene la mano. No estoy más preocupada por esa cuestión.

Falta la segunda fase, tan o más importante que la primera. La fase deporte. Porque, quiera o no, a V voy a jugar al hockey. Eso nos reune, esa es la causa, aunque a veces se corra del eje. Sigo desconfiada, sigo con temor a no estar al nivel de todas ellas de ninguna manera, pero ya que haya buena onda con ellas es un comienzo excelente. Que las cosas se hayan dado así, de a poco, creo que me está siendo bastante útil.

Tengo que ir seis veces por semana (sí, leyeron bien, maldita pretemporada), lo que no me deja analizar las cosas que pasaron, porque ya tengo que ir de vuelta. Mañana otra vez, y mañana sí voy a ponerme las canilleras, el protector bucal y a agarrar al palo.

No sé si llamarle "nervios" a lo que tengo, si no que estoy expectante y ansiosa por lo que pueda llegar a pasar. Porque o todo se va a ir a la mierda 100%, o voy a decidirme a ir a V hasta que no me de más la columna por culpa de la maldita posición que tiene el hockey.

sábado, 6 de febrero de 2010

Y si me enamoro, sea de vos

Tal vez por histérica, tal vez porque "no es alguien para mí", pero con Camilo no tengo nada más que un poco de atracción física y una linda sensación de ternura. Empezamos a hablar hace tres años, teníamos trece, y hasta hablábamos por teléfono. Lo conocí por ser amigo de mis amigos de la primaria, aunque ahora ya somos un gran grupo. Siempre hubo histeriqueo, hasta que un día hace un poco menos de un año, nos dimos un beso. Esa misma noche pasaron dos cosas más: estuvo con Maru, una amiga mía (de una manera más intensa de la que estuvo conmigo, no sé si me explico) y le dijo a Ceci, mi mejor amiga, que esa noche había cumplido dos de sus sueños. Tomar de la chopera y estar conmigo.

A partir de esa noche empecé a sentir esa sensación de ternura hacia él y a la vez, de un poco de odio. ¿Qué necesidad existió de estar con Maru después de estar conmigo? Por un largo tiempo no nos hablamos, hasta que en una fiesta el día de la primavera, volvimos a estar juntos. Estábamos los dos bastante ebrios, pero la que había dado el primer paso fui yo, porque él estaba casi de novio. Seguramente eso me hizo querer buscarlo, soy bastante de hacer esas cosas, por más que me pese a mí y a otros. Esa misma noche me dijo: "yo a Mía la dejo por vos". Hice oídos sordos y logré escaparme de esa situación incómoda.

Nos volvimos a ver en una fiesta de egresados, en donde él ya estaba totalmente de novio con Mía. Hicimos una previa juntos y todo parecía ser una buena amistad. En la fiesta estaba su novia así que no pasó nada más que miradas cómplices.

Creo que no nos volvimos a ver hasta ayer a la noche. Él cortó con su novia hace ya un tiempo. Habíamos estado hablando por chat e histeriqueando bastante. Me habían vuelto a surgir las ganas de estar con él, y todos sus amigos me decían que él se moría de ganas de estar conmigo. A la noche primero estuvimos un poco distantes, después adentro del boliche charlamos un rato, y después nos dimos un beso. Y dos, y tres. Y diez. Risas, abrazos, chistes. Era todo muy tierno. Cuando la noche terminó y me volvía para casa con mi mejor amigo Nahuel, me preguntó que qué onda con Camilo. Le dije lo que me pasaba: que nada, que estuve con él y que es un tierno, pero que igual queda ahí y ni siquiera sé si quiero volver a estar con él. Me dijo que soy una boluda en haberle dado bola porque él está re enganchado y que actué toda la noche como si a mí me pasara lo mismo.

Sí, soy una boluda. Además insisto en que no entiendo por qué no me gusta verdaderamente. Me canta canciones al oído de mi banda preferida, me da besos tiernos, tengo una confianza casi envidiable, y encima le gusto de verdad. Yo que me quejaba y le decía a mamá que los hombres nunca se enganchan, que sólo buscan otra cosa. Yo que me imaginaba siempre estando sola porque nadie me iba a querer realmente. Yo que nunca me creí que podía ser especial para un chico. Yo, Vilma. No puedo forzarme a sentir algo que no siento, por más que me gustaría. Me gusta, sí, por eso estuve con él anoche, pero me falta ese ALGO al que siempre me refiero que tiene que hacer click para que alguien te guste realmente.

jueves, 4 de febrero de 2010

La charla

En mi familia son todos deportistas. Mis viejos se conocieron gracias a que mi mamá jugaba al hockey; mi hermana Candela es realmente conocida en el mundo de dicho deporte; Ludmila, mi hermana más chica, juega también. Cuando estaba en primer año, probé un mes entero en V. No me acuerdo qué pasó, pero dejé. Llamé al entrenador después del mes de prueba y le dije que no quería ir más. Justo coincidía con que eran vacaciones de invierno y levantarme a la mañana para ir a entrenar era lo último que tenía ganas de hacer. Cuando estaba en segundo, fui casi dos meses a H. Me gustaba, creo que aprendí mucho ahí. La entrenadora insistió en que yo empezara a jugar los partidos del torneo, que me "federe", y me negué. Entonces me dejó de entrenar con dedicación. Me ponía a jugar con las más chicas y yo podía agarrar el palo al revés y ella no decirme nada. La encaré y no volví nunca más. En tercer año, sólo jugué al hockey en el colegio. Claro, era la mejor. A todas les importa poco y nada jugar bien, lo que realmente cuenta es que no se les baje el jopo. Está bien, son formas de vivir. Me considero bastante más simple, por suerte.

Éste año, fui a ver a Candela al torneo más importante del país. Me di cuenta que amo el hockey, que quiero jugarlo sí o sí. Esa misma noche, se lo plantee a papá. Papá siempre me insistió para que juegue, pero últimamente se había cansado al darse cuenta que no soy perseverante en nada. Lamentablemente casi ni me prestó atención, pero lo entendí. Siempre digo que voy a empezar actividades, y o ni las empiezo, o duro literalmente dos días. La cuestión es que volví a plantearlo en la cena, y mientras lo decía, me arrepentí. No estaba dispuesta a asumir una responsabilidad, a tener que enfrentarme a un grupo nuevo, a fumarme unas pibas que me miren mal por el simple placer de mirar mal a la gente. Porque sí, eso siempre me frenó. Eso de tener que empezar de cero, de no sentirte cómoda, de no sentirte a nivel.

Pasaron un par de días y fui a ver otro partido de mi hermana. Otra vez el amor por el deporte, la sensación de que yo también tengo que estar adentro de la cancha. Me encontré con el entrenador de V y fue tan simpático al saludarme que me dije: si llega a estar en mi categoría en V, vuelvo. Le pedí a Ludmila, que entrena en V, que me averigue quien estaba en mi categoría por la edad. Está Mariano, me dijo. Se lo dije a papá y, al verme decidida, lo llamó.

Hoy fui a charlar con él. No quedé muy contenta, la semana que viene voy a entrenar con la mejor categoría, a pesar de que le dije que quería empezar en la peor. Es alguien bastante manipulador y ya me sentí presionada y todavía ni empecé.

Estoy nerviosa porque vi jugar a esas chicas y son muy buenas, sé que no les llego ni a los tobillos. Tengo miedo de que Mariano ponga todas las fichas por mí sólo porque soy hermana de Candela. Nunca tuve miedo de eso, nunca me sentí opacada por ella, siempre fue una excusa para mis viejos y quedar como víctima. Pero esta vez siento que sí esperan que si entreno mucho sea como ella, y no creo tener ni su talento, ni sus ganas, ni su fuerza, ni su perseverancia. Sin embargo, no me queda más que esperar a la semana que viene. Tendré que fumarme las malas miradas, los errores que tenga, los momentos incómodos. Ojalá sirva para algo. No pretendo ser como Candela, no quiero que mi vida gire alrededor del hockey. Sólo quiero saber disfrutar de él y tener algo en que poner mi mente un par de veces por semana.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Vilma

Así como algún día leí Abzurdah y Cielo Latini empezó su historia a partir de su nombre, a mí también me parece apropiado. Ojalá tuviera una historia tan interesante como ella, ojalá tuviera lo mismo que contar en cuanto a mí nombre. Siempre sufrí burlas por llamarme Vilma, en el jardín los nenes no entendían cómo era mi nombre y ese era el motivo de dicha burla; en la primaria me decían picapiedra; en la secundaria ahora simplemente se ríen un poco cuando descubren cómo me llamo. Sin embargo, no tiene sentido alguno. Nunca me sentí especial, nunca me consideré distinta. No tengo una historia apasionante, no tengo grandes problemas familiares (verdaderamente mis papás son maravillosos y mis hermanas son perfectas), nunca me enamoré por lo que no tengo historias de amor para contar, no viví aventuras tan interesantes como para que sean dignas de ser escritas. Mi nombre no refleja mi vida en lo más mínimo, y sin embargo, lo llevo a todos lados a dónde voy.

Envidio los blogs llenos de historias interesantes, de anécdotas, de amores y desamores. Envidio quienes cada día tienen algo nuevo para contar, envidio el hecho de tener historias que a otros les interesa leer. Sin embargo, soy feliz. Con ésta vida rutinaria y éste nombre tan especial. Porque a pesar de todo, y acá voy a descubrirlo, seguramente tenga algo para contar. Bienvenidos, ésta es mi historia. O mi falta de historia.