jueves, 4 de febrero de 2010

La charla

En mi familia son todos deportistas. Mis viejos se conocieron gracias a que mi mamá jugaba al hockey; mi hermana Candela es realmente conocida en el mundo de dicho deporte; Ludmila, mi hermana más chica, juega también. Cuando estaba en primer año, probé un mes entero en V. No me acuerdo qué pasó, pero dejé. Llamé al entrenador después del mes de prueba y le dije que no quería ir más. Justo coincidía con que eran vacaciones de invierno y levantarme a la mañana para ir a entrenar era lo último que tenía ganas de hacer. Cuando estaba en segundo, fui casi dos meses a H. Me gustaba, creo que aprendí mucho ahí. La entrenadora insistió en que yo empezara a jugar los partidos del torneo, que me "federe", y me negué. Entonces me dejó de entrenar con dedicación. Me ponía a jugar con las más chicas y yo podía agarrar el palo al revés y ella no decirme nada. La encaré y no volví nunca más. En tercer año, sólo jugué al hockey en el colegio. Claro, era la mejor. A todas les importa poco y nada jugar bien, lo que realmente cuenta es que no se les baje el jopo. Está bien, son formas de vivir. Me considero bastante más simple, por suerte.

Éste año, fui a ver a Candela al torneo más importante del país. Me di cuenta que amo el hockey, que quiero jugarlo sí o sí. Esa misma noche, se lo plantee a papá. Papá siempre me insistió para que juegue, pero últimamente se había cansado al darse cuenta que no soy perseverante en nada. Lamentablemente casi ni me prestó atención, pero lo entendí. Siempre digo que voy a empezar actividades, y o ni las empiezo, o duro literalmente dos días. La cuestión es que volví a plantearlo en la cena, y mientras lo decía, me arrepentí. No estaba dispuesta a asumir una responsabilidad, a tener que enfrentarme a un grupo nuevo, a fumarme unas pibas que me miren mal por el simple placer de mirar mal a la gente. Porque sí, eso siempre me frenó. Eso de tener que empezar de cero, de no sentirte cómoda, de no sentirte a nivel.

Pasaron un par de días y fui a ver otro partido de mi hermana. Otra vez el amor por el deporte, la sensación de que yo también tengo que estar adentro de la cancha. Me encontré con el entrenador de V y fue tan simpático al saludarme que me dije: si llega a estar en mi categoría en V, vuelvo. Le pedí a Ludmila, que entrena en V, que me averigue quien estaba en mi categoría por la edad. Está Mariano, me dijo. Se lo dije a papá y, al verme decidida, lo llamó.

Hoy fui a charlar con él. No quedé muy contenta, la semana que viene voy a entrenar con la mejor categoría, a pesar de que le dije que quería empezar en la peor. Es alguien bastante manipulador y ya me sentí presionada y todavía ni empecé.

Estoy nerviosa porque vi jugar a esas chicas y son muy buenas, sé que no les llego ni a los tobillos. Tengo miedo de que Mariano ponga todas las fichas por mí sólo porque soy hermana de Candela. Nunca tuve miedo de eso, nunca me sentí opacada por ella, siempre fue una excusa para mis viejos y quedar como víctima. Pero esta vez siento que sí esperan que si entreno mucho sea como ella, y no creo tener ni su talento, ni sus ganas, ni su fuerza, ni su perseverancia. Sin embargo, no me queda más que esperar a la semana que viene. Tendré que fumarme las malas miradas, los errores que tenga, los momentos incómodos. Ojalá sirva para algo. No pretendo ser como Candela, no quiero que mi vida gire alrededor del hockey. Sólo quiero saber disfrutar de él y tener algo en que poner mi mente un par de veces por semana.