lunes, 8 de febrero de 2010

Peldaño por peldaño (I)

Ceci se quedó a dormir a casa. Nos quedamos hablando hasta las seis de la mañana sobre diversos temas. Estamos bastante mal en sentidos parecidos, y me di cuenta sólo cuando ella lo habló conmigo. Siempre suele pasarme eso, no noto las cosas hasta que otros me las dice. En realidad, prefería no notarlo. Pero me hizo bien poner un poco los pies sobre la tierra, me hace bien hablar con ella, es con la única persona que podemos hablar hasta las seis y media de la mañana a pesar de tener mucho sueño y de saber que al otro día no podemos dormir hasta las siete de la tarde.

Después de dar un par de vueltas y de concluir que papá iba a fastidiarse si nos veía despiertas cuando él se iba a trabajar, nos fuimos a dormir. Estoy segura de que ella también se quedó dormida al minuto. Puse la alarma antes de dormir. Faltaban pocas horas.

Me desperté, la alarma no había sonado. Miré la hora: 14:02. Había puesto para que suene a las dos, por eso me sorprendí. Me fijé y parece que por el sueño me había equivocado. La alarma estaba puesta a las 15:00. Le agradecí a mi reloj biológico o lo que sea, porque si no iba a estar en un problema.

Ceci seguía totalmente dormida, así que me levanté y fui a saludar a mamá. "Estoy nerviosa", le dije. "Ay, Vilmita", me dijo, así como ella suele decir. Cociné fideos y la llamé a Ceci a comer. Comí tres tirabuzones y me fui a cambiar. Hacía mucho que no me veía tan deportista. Las canilleras no tenían polvo sólo porque Ludmi las usaba a veces. El protector bucal estaba segura que no iba a entrarme. Lo llevé igual, sin probármelo. No quería que aparezca ningún posible obstáculo porque todo iba a ser una buena excusa para desistir.
Eran las tres. Tendría que salir en diez minutos porque para ir a V me tengo que tomar un colectivo en el que tardo casi media hora. Igual depende del tráfico, de cuánto tarde el colectivo, y de mil factores que le pueden preguntar al ministro de transporte. No sé si existe. No importa. Ja.

Llegué. No estaba tan nerviosa, estaba ansiosa. Y cuando pensaba en lo que podría pasar, me daban ganas de darme vuelta. ¿Quería vivir todo eso? ¿Quería fumarme ese momento? Y saltaban otras voces internas que me decían que sí, que no puedo frenarme sin haberlo intentado, que ya estoy hablando de "ese momento" como algo malo y tal vez la pase muy bien. "O tal vez no" me decía, también. De todas maneras, ya no me iba a dar la vuelta. No era una posibilidad. Nunca había sido, esta vez no, esta vez quería hacerlo.
Entré al gimnasio. Habían unas banderas en el piso. Imposible entrenar así, pensé. Al fondo, sentadas unas chicas. Ningún entrenador. Mis futuras compañeras. ¿Qué tenía que hacer? Me acerqué y me quedé parada a unos veinte metros. Saqué el celular, lo guardé. No sabía qué hacer.

Me hicieron señas para que me acerque. Me acerqué, las saludé. Hicieron un par de chistes, me sonreí falsamente. Seguí sonriendo porque siguieron haciendo chistes. Eran un poco graciosas, sí. Llegó Mariano. Saludó a todas con un "Hola" general, nos explicó que llegó tarde porque se estaba peleando con sus superiores por lo de las banderas. "Así que hoy sólo vamos a ir a la pista y pesas". No entendí bien qué significaba, tampoco me importó.

Empezamos a caminar para el polideportivo, ahí nos iban a dividir, alguna para "la pista" y otras para hacer pesas. Charlé con algunas, pero ahí no me sentí cómoda. Todas me preguntaban cosas "de qué club venís", a lo que tenía que responder "de ninguno", o "¿y vos qué sos?", haciéndo referencia a qué posición ocupo en la cancha, a lo que tenía que contestar "nada", porque nunca me especialicé en nada, porque nunca me federé, porque jugué al hockey en dos clubes distintos durante un mes en cada uno. Me miraban sorprendidas, yo supongo que habrán pensado "¿qué hace esta principante acá?". Pero, por suerte, en el momento no me preocupó ni me fastidió. No me percaté de que no me sentía cómoda.

Llegamos al polideportivo y Mariano nos dividió. Yo estaba en el grupo de chicas que teníamos que ir a la pista. Tuve que correr doce minutos y casi me muero. Cuando terminé, una chica me contó las pulsaciones (210, un desastre) y me dijo que había dado cuatro vueltas y 150 metros. No sabía si eso era bueno o malo, pero era. Me senté y conté sus vueltas, y cuando terminó, sus pulsaciones. Ana se llama. Mientras esperaba sentada contando las vueltas de Ana, charlaba con otra de las chicas que no sé su nombre que había corrido conmigo. Cuando todas terminamos (otra de las chicas corrió 25 minutos, no sé qué tiene en la cabeza, ni en las piernas, ni en el corazón) fuimos e hicimos pesas. Una de las chicas, que tampoco sé el nombre, que me venía hablando bastante, me dijo: "¿hacemos juntas?". Le contesté que sí, con una sonrisa. No sabía que se hacía de a dos, no entendía, pero me gustó y me sentí bien de que me hubiera dicho eso. Mariano repartió papeles en donde decía lo que tenía que hacer cada una, y obvio, ni yo, ni dos otras chicas que eran nuevas teníamos. Romi hacé con fulana, Sharon hacé con mengana, Vilma hacé con... "conmigo" dijo Ana. La que me había dicho de hacer con ella puso cierta cara de resignación y le sonreí a Ana. Hicimos pesas juntas, es una chica medio rara, de repente la mirás y te tira una sonrisa en la que te muestra hasta la última muela, y a veces digo algo divertido u ocurrente y me mira más seria que director de colegio. Igual me cae bien y por ahora tuvo todos gestos lindos conmigo.

Cuando salimos de ahí fuimos a elongar, no había nada más para hacer. La que dirigía la elongación fue una de las chicas de la mejor categoría (entrenamos juntas las de la mejor categoría y la del medio, mientras que yo en la que quería estar y tuve discusión con Mariano era en la peor), que iba diciendo "cambio", o "ahora con el otro pie". Siempre que la miraba me sonreía, ella también me cayó bien. Cuando terminamos de elongar me quedé hablando con Anita, la que corrió conmigo que anotaba las vueltas de otra de las chicas (no sé el nombre), y una de la que no di referencia. Ellas son todas de la categoría del medio, y la verdad son muy buena onda. Pretendo estar en esa si es que me siento cómoda en cuanto al nivel, si no, voy a hablar con Mariano y decirle de bajar. El punto es que las chicas hablaron de lo mucho competitiva que era la mejor categoría, contaron que fueron a un viaje y una de las de la categoría más alta se enfermó y las compañeras se alegraban porque podían ocupar su lugar en la cancha, o diversas cosas. Yo escuchaba rumores de que V en general era competitivo, pero al parecer es más que nada en el nivel más alto.

Salí del club con dos chicas, las acompañé a comprarse algo al kiosco del club, charlamos un poquito. Apenas salí del club llamé a mamá y le conté todo. Y después a papá.

La fase sociedad creo que la superé, me sentí cómoda, y encontré mi "grupito". Está bien que recién fui una
vez, pero ya siento que sé cómo viene la mano. No estoy más preocupada por esa cuestión.

Falta la segunda fase, tan o más importante que la primera. La fase deporte. Porque, quiera o no, a V voy a jugar al hockey. Eso nos reune, esa es la causa, aunque a veces se corra del eje. Sigo desconfiada, sigo con temor a no estar al nivel de todas ellas de ninguna manera, pero ya que haya buena onda con ellas es un comienzo excelente. Que las cosas se hayan dado así, de a poco, creo que me está siendo bastante útil.

Tengo que ir seis veces por semana (sí, leyeron bien, maldita pretemporada), lo que no me deja analizar las cosas que pasaron, porque ya tengo que ir de vuelta. Mañana otra vez, y mañana sí voy a ponerme las canilleras, el protector bucal y a agarrar al palo.

No sé si llamarle "nervios" a lo que tengo, si no que estoy expectante y ansiosa por lo que pueda llegar a pasar. Porque o todo se va a ir a la mierda 100%, o voy a decidirme a ir a V hasta que no me de más la columna por culpa de la maldita posición que tiene el hockey.