martes, 9 de febrero de 2010

Peldaño por peldaño (II)

Después de un positivo primer entrenamiento, hoy volví a ir, ya con la sensación de haber dado el paso más importante. No estaba tan nerviosa, como bien dije, era pura ansiedad. Llegué y estaba terminando de entrenar Ludmi. Me hizo sentir cómoda y "en casa" verla en la misma cancha en la que iba a entrenar yo un rato después. Algunas de mis compañeras estaba a un costado de la cancha con los palos y pasándose una pelota entre ellas. Una de ellas me hizo un gesto con las manos para que vaya con ellas. Le sonreí, pero no quería ir. Iba a usar mi palo después de dos años. Analicé, en pocos segundos, que yo era totalmente principiante y no tenía por qué estar en ese nivel. Ya era demasiado tarde para retractarme y, además, no tenía ganas de hacerlo. No esta vez.

Me senté, tomé agua, miré el celular. Tenía que ir. Me acerqué, las saludé a las tres con una sonrisa. La que me llamó fue Carla. Es la "estrella" de la categoría más alta. Estuvimos pasándonos la pelota un rato. No se notó diferencia de nivel en ese momento. Pero estábamos haciendo boludeces. No iba a notarse.

Cuando llegó Mariano nos dijo que entremos en calor. Eso implicó media hora en la que una de las chicas iba marcando las cosas que había que hacer, criticando por lo bajo a Mariano, aburriéndonos, queriendo jugar al hockey. Todas queríamos, ellas como un entrenamiento más, querían hacer lo que les gustaba. Yo, sin embargo, quería sacarme la duda, quería que pase ese entrenamiento y saber si era ahí donde iba a quedarme.
Hizo un ejercicio de estaciones en el que dos de ellas eran fáciles y las otras dos eran muy parecidas y extremadamente cansadoras. Mariano dijo que nos separemos en grupos de seis, y de repente una ola de cinco chicas vinieron a mí corriendo. No sé si por pena, por obligación, o por real simpatía hacia quien es nuevo, pero la verdad me cayó muy bien esa actitud. Empezamos en una de las estaciones fáciles, seguimos en la otra fácil, y después vinieron las otras dos, que sí consistían en agarrar el palo y pegarle a la pelota. Las otras dos eran de saltar y hacer algunas pelotudeces.

Sacando que Mariano me corrigió a mí sola que agarre el palo de más abajo un par de veces y que dijo "preguntenme a mí si tienen alguna duda de un ejercicio, si no explico todo al pedo" cuando le pregunté a una de mis compañeras algo sobre una de las estaciones, no me sentí incómoda de ninguna manera. Sólo me cansé muchísimo, a tal punto que, en un momento, creí que iba a desmayarme. Me acordé de mamá ese mediodía diciéndome que esos cinco tirabuzones que comí no alcanzaban. Sentía la panza vacía. Hacía mucho calor y estar corriendo era lo peor que podía hacer. Pero tenía que seguir. Y seguí. Hasta que dijo "a tomar agua" y fui feliz.

Todo iba bastante bien. Volvimos a la cancha y dijo Mariano que nos pongamos de a dos. Ayer a la noche yo hablé con Anita, una de las chicas con las que había tenido buena onda ayer, por messenger y ella me dijo que no me haga problema con nada, que si era de a dos, estaba con ella. Cuando Mariano dijo de estar de a dos, Sandy, una de la mejor categoría, me miró y me hizo señas para estar con ella. Me acordé de Anita, pero no pude decirle que no. Al toque Anita me miró y se estaba acercando, pero le hice señas raras. Después de un momento un poco incómodo me quedé con Sandy y pobre Anita tuvo que hacer el ejercicio de a tres.

Simplemente había que pasar la pelota de un lado de la cancha al otro a la compañera y la otra la devolvía. Mariano dijo que practiquemos como si fuera el saque, ese que se hace al principio del partido o cuando el otro equipo hace un gol. Explicó la técnica, algo que yo nunca había aprendido. Yo siempre fui muy hábil para agarrar el palo y moverme sin ninguna técnica ni forma particular de hacerlo, y esa forma que él daba, no me resultaba para nada cómoda. La pelota me salía para el otro lado, o se quedaba a mitad de camino, o la fuerza era excesiva al punto que pobre Sandy tenía que correr bastante para ir a buscarla.

Mariano ni me vio, "por suerte", pensé en ese momento. Un rato después, propuso que juguemos un partido. Yo, nerviosa. Ahí iba a verse si debía estar ahí o no, ahí iba a saltar si yo jugaba parecido a ellas o era un desastre. Miré a quienes estaban observando y entre ellos estaba Ludmila con un cono de papas fritas. Además de sentir hambre, me sentí contenta, me sentí acompañada.

Me tocó ser a mí quien sacaba. No sé quién habrá tomado esa decisión, pero ahí estaba yo. Con miradas expectantes, tanto de los observadores (pocos), como Mariano, como de mi hermana y como de las jugadoras que esperaban con ansias para ponerse a jugar.

Pensé en la técnica, pensé en muchas cosas, y saqué. La pelota afuera. Mariano me la pasó y saqué otra vez. Supongo que, los que saben un poco como es el hockey, entenderán que es difícil sacar mal, que no es como el volley que existen muchas posibilidades de que el saque quede en la red o se salga de la cancha. Sin embargo yo tiraba verdaderamente para cualquier lado. Mariano me miró con fastidio y me pasó otra pelota. Quise pegarle respetando la técnica y la pelota ni se movió. Sin embargo, ninguna de las chicas se rió.

"¿Para qué les explico la técnica del saque si después cuando hay que implementarlo hacen lo que quieren?" dijo. No fue dirigido a mí directamente, pero yo era la única sacando, yo era la única que estaba haciendo eso mal. "Dale, Vil" me dijo. Me pasó otra pelota.

Y de vuelta la tiré para cualquier lado. "¿Qué pasa, eh?" dijo. Nadie contestó, las chicas se miraban. Creo que me miraban esperando a que diga algo, pero no sé qué tenía que decir. Sabía que era yo la que se equivocaba, todas lo sabíamos. Mariano pretendía que le diga "no sé sacar", supongo. Pero no dije nada, me daba verguenza cualquier cosa en ese momento. "¿Qué pasa?" repitió. Nadie contestó.

Saqué otra vez e hice cualquier cosa. Era increíble, nunca había tenido problema con eso. Nunca. Finalmente Mariano me cambió de posición con otra chica y ahí "jugué". Bastante mal, además. Bloqueada mentalmente.
Nadie entiende por qué pero tuve que volver a sacar. Uno afuera. Le dije a otra chica que lo haga por mí y me acerqué a Mariano. "No me sale el saque", le dije. "Andá y seguí hasta que te salga", me contestó. Lo odié. "Dale" decían las chicas con buena onda. Y ya varias veces había escuchado de varias "no pasa nada", aunque no supe de quien, enceguecida por todo lo que estaba pasando.

Le pegué a la pelota. No bien, pero se la pasé a una de las chicas. Todas me dijeron "bien, Vil", o ese tipo de cosas. En ese momento ni lo valoré, pero ahora me gustaría darles un abrazo y decirles "gracias".

A partir de ahí, no jugué bien. Jugué. Tuve bastantes errores y no me destaqué en absolutamente nada. Mariano tiró algún otro comentario dirigido a mí haciendo referencia sobre algo que había hecho mal yo. Desde lo de los saques tenía un nudo en la garganta y muchas ganas de llorar. No se me notaba, por suerte. Puedo fingir bastante bien ese tipo de cosas, sobretodo con chicas que no me conocen.

De a ratos la miraba a Lud. Me imaginaba que tal vez se estaba avergonzando de mí o queriendo darme un abrazo. Después supe qué pasaba por su mente.

Cuando terminamos, Mariano dio la orden de ir a pesas. Me alegré. Había sido mi último entrenamiento con esa categoría que no era la mía. Ya tenía decidido ir a hablar con Mariano y decirle que quería ir a la más baja, que era una decisión, que ese nivel no era para mí.

En pesas hablé sobre eso con bastantes chicas. Todas me respondían con buena onda y, noté yo, bondad. Todas tenían buenas intenciones conmigo, me decían cosas como "quedate tranquila, yo cuando entré era un desastre". Querían levantarme el ánimo, diciéndome "Mariano es un boludo, siempre trata así... pero es buen tipo". Nada me servía, tenía decidido bajar de nivel. No hice pesas con mucha seriedad, no estaba concentrada en eso. Me guió todo mi trabajo Carla. Charlé bastante, nos reímos, me sentí cómoda. En el medio mientras descansaba de levantar pesas de un kilo (no miento), apareció Ludmila. "Entrenaste re mal, y vos que decías que jugabas mejor que yo", me dijo. La odié, justo eso era lo que no quería ni necesitaba escuchar.

Carla me acompañó a la cancha. Ahí me iba a estar esperando Ludmila y también estaba Mariano. Elongamos, parte que no recordaba que había que hacer siempre, y Mariano nos reunió. "Mañana a las diez y media acá". No me fastidié porque era temprano porque tenía decidido no ir. Además ya me había enterado que la peor categoría entrena a las nueve de la mañana y pensaba ir igual.

Se alejó y siguió entrenando a otro grupo de chicas. Me acerqué y lo llamé. Se dio vuelta. "¿Y yo qué hago?", le dije. "Diez y media acá", me contestó. Lo miré con desconformidad. "¿Qué? ¿Te sentiste incómoda, la pasaste mal?" me preguntó, con una intención que no llegué a percibir. No sabía qué quería que le conteste, pero yo fui sincera. "Sí" le dije. "Pero si estuviste bárbara, Vil! Cambiá la cara y te veo acá mañana a las diez y media. Rajá" y sonrió.

Es un hombre raro, juraría que en el entrenamiento me miraba con odio ante todos mis errores. Y tanto Ludmila como yo coincidimos que jugué muy mal. No me enojé con mi hermanita porque fue sincera y eso se lo agradezco. Además después me dijo "cuando te veía ahí que no te salía me daba cosita, tenía ganas de sacar por vos". La quise abrazar, pero no lo hice. La quiero. Mucho.
Y sí. Mañana voy a ir. Espero pasarla un poquito mejor que hoy.