viernes, 26 de febrero de 2010

La última entrada sobre hockey

Cada vez que el tema se aproximaba aunque sea sólo un poco a mi cabeza, implicaba mal humor, stress, fastidio, ganas de detener el tiempo. Inconscientemente, deseaba ir al doctor y que me diga que tenía que seguir postergando los entrenamientos. Me imaginaba que me decían que no podía jugar nunca más al hockey. Tapaba esos pensamientos. Eran feos. ¿Para qué seguía con toda la mentira si en realidad no tenía ganas?

Pero en algún momento salen a la luz. De un instante a otro. No tengo razones claras, pero decidí definitivamente abandonar. Duré una semana y media. Me da vergüenza conmigo misma, y con los demás. Supongo que voy a dejarlo porque no soy alguien constante, porque prefiero mil veces mi vida social, porque no me siento suficientemente madura como para asumir un compromiso o porque simplemente prefiero estar tirada en casa boca arriba antes que tomándome un colectivo hasta el club.

No sé por qué cambio tanto, por qué de repente estoy tan convencida de hacer algo y por qué al instante quiero hacer lo opuesto. El punto es que en mis decisiones meto a otros, ilusiono, me responsabilizo, la gente cuenta conmigo. Mariano, por ejemplo.

La decisión la tomé estando con Marina, una de mis mejores amigas. Me di cuenta que era una mochila que yo llevaba encima, el decir "la semana que viene tengo que ir a entrenar". Ahí llamé a mamá. Estoy angustiada, le dije. Y le expliqué el porqué, y me expresé decidida a abandonar el hockey, aunque no lo estaba. Mamá me dijo que qué pena pero que bueno. Le dije que no pensaba hablar con Mariano y me dijo que no podía. Tiene razón, no puedo.

Él me dio lugar, él me habló, él siempre me preguntó cómo estaba yo. Siempre se preocupó, aunque muchas veces me gritó en entrenamientos, estoy segura de que es un buen tipo y tiene excelentes intenciones. Pero juro que no me da la cara para hablarle. Antes de empezar me bardeó un poco por mi actitud de hace dos años de ir a entrenar y durar un mes. Me hizo casi expresar que ésta vez iba a ser diferente. Y sin embargo, es todavía peor. Desaparecí por una semana (aunque justificada por mi dolor de pierna, pero sólo me atiné a mandarle un mensaje) y ahora quiero desaparecer definitivamente. Volver a mi vida simple, sin horarios, y ahora en dos semanas, con el colegio como única preocupación.

Voy a mandarle un mail. Sé que es muy cobarde, y es de esas cosas que debería saber hacer, pero no puedo. No voy a poder soportar las lágrimas, no por Mariano, si no porque sé que va a hacer preguntas en las que las respuestas van a estar relacionadas con cosas que me angustian mucho, como que no sé qué miérda hacer de mi vida, o que no tengo constancia ni para las cosas que me gustan.

Ahora voy a empezar a escribir el mail. Tal vez lo suba en una entrada, tal vez lo resuma. Tal vez no. No tengo ganas de seguir escribiendo sobre hockey. Fue una etapa del blog, justamente la primera. Pero una etapa cerrada.

Creo que hoy voy a ver un partidazo de mi hermana. Muchos piensan que le tengo bronca, pero la realidad es que estoy tan orgullosa que podría sorprender. Es increíble y, aunque no sería como ella, la admiro profundamente. Admiro la dedicación, la iniciativa, la perseverancia, la energía, la habilidad. Y hago hincapié sobre dedicación, iniciativa y perseverancia, porque a ella nadie le hizo nada fácil. Empezó de abajo, tuvo problemas, el ambiente deportivo en éste país no es fácil. Sí, Cande. Te admiro mucho.

"Le voy a mandar un mensaje a Mariano explicándole por qué dejo", le puse a papá. Él todavía no sabía que abandonaba. No lo tenía confirmado, porque nunca puso las fichas en mí. Me conocen demasiado. Espero algún día cambiar. Espero que algo me vuelva loca, me apasione. Será cuestión de esperar. Y papá no me contestó. Temo que se enoje, aunque no creo. Insisto, ya se lo esperaba.